el santo padre francisco

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viernes, 15 de marzo de 2013

Flores, el barrio en el que creció el Papa Francisco

En el barrio de Flores, en la calle Membrillar 531, vivió y creció Jorge Bergoglio. De lo que fue la casa de sus padres hoy solo quedan el número y los recuerdos de los pocos vecinos que permanecieron en el barrio. A sus 77 años, Amalia Damonte lo recuerda como su amigo de juegos infantiles. “Era tranquilo, buen pibe. Todavía conservo una carta que me escribió cuando tenía 12 años, en la que podría decirse que me declaró su amor”. “En la carta me decía que nos casáramos. Y que si mi respuesta era no, entonces se hacía cura”, recuerda la señora Damonte, esposa, madre y abuela, quien asegura haber llorado de alegría cuando se enteró de la noticia de que ‘Jorgito’ era el elegido. Así, esta mujer que pudo haberse convertido en la primera novia de infancia de Bergoglio, no lo fue porque tuvo que responder negativamente. “Mi mamá descubrió la carta y me dio una paliza. Le pedí que no me viese más... cosas de chicos”, acota. Allí, en Flores, quedan los recuerdos de la infancia del cuarto de los cinco hijos de un matrimonio italiano apegado al trabajo. La vieja casona ya no está. Hoy, en el 531 de Membrillar hay una casa en dos pisos, levantada en los años 70. Josefina Méndez, otra vecina, recuerda que “cuando tendría 10 u 11 años, jugando al fútbol en la calle le rompió un vidrio a un vecino de un pelotazo. No demoró ni un segundo en pedir disculpas. Ya tenía pasta de santo”, apunta. A pocas cuadras de allí, están el colegio y la capilla de las hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia. Hoy, allí funciona un colegio secundario mixto, pero en el año 1941 solo había un preescolar y una escuela primaria de niñas. El ahora Santo Padre hizo allí el kínder. “La hermana Dora Tórtolo (hermana del fallecido monseñor Antonio Tórtolo, otro ex-arzobispo de Buenos Aires) nos recordaba siempre que Jorge iba a llegar a algo grande. Y esas palabras desde ayer nos hacen un campanilleo”, recuerda la madre Teresa, encargada del plantel, sentada en un banco de la capilla donde Bergoglio tomó su primera comunión en octubre de 1944. Desde que llegó a obispo auxiliar de Buenos Aires no faltó en ningún aniversario de su primera comunión para oficiar misa, recuerda la hermana Teresa, quien asegura que pasó por allí hace unos días, cuando dijo: “Voy a Roma y vuelvo porque tengo que organizar la Semana Santa”. “Ahora la organizará en el Vaticano, porque se lo hemos entregado a la Iglesia”, comentó. La decana de las monjas es la hermana Rosita Blanco, de 91 años, y quien mejor conoció a Bergoglio. El recuerdo que más le martillea es el de otra hermana, que murió de 101 años, que le decía al cardenal, cada vez que lo veía: “¿Te acordás, Jorge, cómo aprendiste a contar? Subiendo y bajando las escaleras que iban a la escuela”. Asegura que “en el otro cónclave (2005) le tenía fe, pero ahora fue sorpresa”. En Flores reina la alegría. Tanto en la capilla, en el kínder o en la acera de la calle Membrillar donde jugaba al fútbol, o donde creyó que se había enamorado cuando aún era un niño. Sobran los motivos para tanta algarabía. Flores, el barrio que había entrado a la literatura de la mano del genial Roberto Arlt, hoy se ha convertido para todo el mundo, ni más ni menos, que en el barrio del papa.

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