Columnista invitada - Veronica Martinez

"Habemus Papam'', anunció ayer el protodiácono Jean Louis Tauran, a las 19.06 -hora del Vaticano- proclamando de este modo que el cónclave ya había elegido al nuevo Papa entre los candidatos. La multitud reunida en la Plaza San Pedro esperaba encontrarse con la figura de alguno de los favoritos ya sea de Italia, EEUU o Brasil, cuyos nombres resonaban en los medios de comunicación. Lo que nadie esperaba y que a todos sorprendió fue no ver a ninguno de ellos, sino al argentino cardenal Jorge Bergoglio. Un Papa distinto, renovado, recordado por sus conocidos como un ser sumamente humilde, calmo y sencillo. Un Papa que viajaba entre la gente en subte y colectivo; que vivió gran parte de su infancia y adolescencia en el barrio de Flores, donde todos los años pasaba la Semana Santa. Hijo de un empleado ferroviario y de una ama de casa; un muchacho egresado de un colegio técnico químico y que a los 21 años decidió colocarse los hábitos. Es así que el nombre escogido por Bergoglio refleja su personalidad: Francisco, en honor a Francisco de Asís, un párroco humilde que se acercaba a los más necesitados. Diferente, carismático y cálido hasta en sus primeras palabras: "los cardenales debían elegir un Obispo para Roma; lo han ido a buscar al fin del mundo y aquí estamos." Otra frase representativa de su imagen de sencillez es el pedido que hace a los fieles para que ellos lo bendigan a él en esta nueva dura labor que Dios le ha encomendado, solicitando así un instante de silencio para que la multitud rezara y orara por su papado. A más de un argentino se le escapó una lágrima de emoción; la Catedral de Buenos Aires se llenó de personas que con banderas argentinas gritaban y festejaban cual partido de fútbol. Cristina, por su parte, proclamó a este 13 de marzo de 2013 como "un día histórico" y le deseó "de corazón que pueda lograr el mayor grado de confraternación entre los pueblos..."