el santo padre francisco

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miércoles, 3 de septiembre de 2014

12 de marzo de 2014 - De Bergoglio a Francisco - Sus primeras 24 horas como Papa

"Buona notte e buen riposo". Con esas palabras el flamante papa Francisco se despedía de las miles de personas que se acercaron a la Plaza San Pedro la noche del 13 de marzo de 2013 para conocer al nuevo jefe de la Iglesia Católica. Mientras en Italia los fieles regresaban a su casa entre júbilo y preguntas -¿Quién es el nuevo pontífice llegado de la Argentina?- y en el resto del mundo estallaban los festejos, Bergoglio ya daba indicios en el Vaticano de lo que sería su pontificado. Luego de su presentación oficial al mundo, el Papa compartió una comida con los cardenales que habían participado del cónclave en la casa de huéspedes del Vaticano, la residencia de Santa Marta. "¡Qué Dios los perdone por lo que hicieron", bromeó Francisco ante los 114 religiosos llegados de todas partes del mundo. Hasta Santa Marta debería haber arribado en limusina personal, pero en cambio prefirió compartir el autobús con el resto de los cardenales. En el Vaticano comenzaban a percibir que las cosas serían muy diferentes a su antecesor, el teólogo de rasgo conservador Joseph Ratzinger. Bergoglio no solo se convirtió esa misma noche en el primer Papa latinoamericano, sino también en el primero en seis siglos que compartiría su pontificado con su antecesor en vida, Benedicto XVI. Mientras ofrecía las primeras palabras al mundo más temprano esa jornada en el balcón de la Basílica de San Pedro, pidió rezar por el ahora Papa emérito que seguía por televisión los acontecimientos en la casa de retiro de Castel Gandolfo. Más tarde se comunicó con él por teléfono. Mientras, en Argentina estallaban las celebraciones en todas las iglesias, al tiempo que la Catedral porteña se llenaba de fieles y periodistas de todas partes del mundo comenzaban a llegar. Una palabra por sobre todas se esperaba con ansias: la de la Presidente Cristina de Kirchner, quien esa tarde debía encabezar un acto en Tecnópolis. La mandataria y el hasta entonces arzobispo de Buenos Aires mantenían un silencioso enfrentamiento producto de las críticas de Bergoglio en sus homilías contra la pobreza y la corrupción de los funcionarios. "Deseamos de corazón a Francisco I (en ese momento aún era una incógnita si se lo debía llamar Francisco o Francisco I) que pueda lograr mayor grado de confraternidad entre los pueblos, entre las religiones; que esa opción por el nombre de Francisco, que creo que es por San Francisco de Asís, la opción de los pobres, sea realmente la opción que puedan hacer las altas jerarquías", pidió Cristina, promediando su discurso, en un tono serio. Esas fueron algunas de las pocas palabras que la Presidente le dedicó al flamante Papa esa tarde en Buenos Aires entre abucheos de la militancia y silbidos. Más tarde el Gobierno difundió una carta de felicitaciones que enviaría la mandataria al Vaticano. En apenas dos párrafos y despojada de adjetivos, Cristina deseó una "fructífera tarea pastoral en pos de la justicia, la igualdad, la fraternidad y la paz de la humanidad". De a poco, la frialdad presidencial se trasladaba a funcionarios y legisladores; algunos hasta repudiaron la elección y vincularon a Bergoglio con la complicidad de la última dictadura militar. Una actitud oficial muy diferente a la expresada un año después por el kirchnerismo, quien entendió rápidamente las posibilidades de canalizar el carisma que ya irradiaba el nuevo pontífice. Francisco pasó su primera noche como Papa en Santa Marta, a la espera de que se acondicionase la residencia oficial en el Palacio Apostólico, cerrada tras la renuncia de Benedicto XVI. Temprano, la mañana del 14 de marzo se dirigió a la basílica más importante de Roma, la de Santa María la Mayor. Casualmente, el imponente edificio está ubicado a metros de la embajada argentina en la capital italiana. Frente al altar mayor realizó un rezo en privado a la virgen y depositó un ramo de flores. "Sean misericordiosos con las almas, lo necesitan. Recen por mí", fueron las palabras del Papa a los padres dominicanos penitenciales (llamados los "confesores del Papa") de la Basílica. Camino al Vaticano volvió a sorprender con otro gesto: pidió pasar por la Casa Internacional, el lugar donde se había hospedado los días anteriores, para recoger sus pertenencias y pagar la cuenta. "Saludó al personal y pagó su cuenta para dar ejemplo", comentó el vocero papal, Federico Lombardi. Buenos Aires se había colmado de periodistas de todas partes del mundo para conocer más del flamante desconocido Papa. Por los medios desfilaban palabras de su única hermana viva, María Elena Bergoglio, la mujer que en su juventud fue su novia, párrocos, curas y laicos que lo conocieron o alguna vez fueron ayudados por Francisco. Parecía que todos los argentinos tenían una anécdota para compartir. El barrio de Flores que lo había visto crecer se colmó de personas que querían conocer la Basílica de San José de Flores donde se dice descubrió su vocación y la casa donde nació el Sumo Pontífice. Al Vaticano llegaban felicitaciones de todas partes del mundo y de todos los mandatarios. La comunidad judía recibía con brazos abiertos al nuevo Papa. La prensa internacional sólo tenía elogios para él. Fue en cuestión de horas que la Presidente confirmó su viaje a Roma para asistir a la misa de inauguración de Francisco. Durante la tarde del 14 de marzo Bergoglio regresó a la Capilla Sixtina, el lugar donde la tarde anterior había sido elegido Papa. Allí ofreció su primera homilía para los cardenales que participaron del cónclave. "Si no nos confesamos con Jesucristo, nos convertiremos en una ONG piadosa", les advertía. Entre líneas pidió un contacto más directo con la feligresía y llamó a defender los valores originales del cristianismo. Bajo los frescos de Miguel Ángel el Papa dio indicios de lo que sería su pontificado. Austeridad, proximidad con los fieles, ayuda a los pobres, algunos de los principios que guiarían la nueva etapa de la Iglesia. Semanas después aparecerían los primeros pronunciamientos respecto a los matrimonios entre personas del mismo sexo y el divorcio, con intenciones de apertura de la Iglesia. Los tiempos del tradicionalista Benedicto XVI se acababan. Comenzaba la era Francisco.

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