el santo padre francisco

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viernes, 22 de agosto de 2014

18 de octubre de 2013 - HOGARES DE ANCIANOS, VERDADEROS SANTUARIOS DE SANTIDAD!

El inicio y el ocaso de la vida apostólica del apóstol Pablo. El Papa Francisco se ha inspirado en las lecturas del día para detenerse en estos dos extremos de la existencia del cristiano. Al inicio de la vida apostólica, ha observado comentando el evangelio de hoy, los discípulos eran "jóvenes" y "fuertes" e incluso los "demonios huían frente" a la "predicación de ellos". La primera lectura, prosiguió, nos muestra en su lugar a San Pablo al final de su vida. "Es el ocaso del Apóstol": "El Apóstol tiene un comienzo gozoso, entusiasta, entusiasta con Dios dentro, ¿no? Pero aunque él no está a salvo del ocaso. Y a mí me hace bien pensar en el ocaso del apóstol... Me vienen a la mente tres íconos: Moisés, Juan Bautista y Pablo. Moisés es aquel que es el jefe del pueblo de Dios, valiente, luchaba contra los enemigos y también luchaba con Dios para salvar al pueblo: fuerte! Y, al final, está sólo, sobre el Monte Nebo, mirando a la tierra prometida, pero privado de entrar allí. No podía entrar en la promesa. Juan el Bautista: en los últimos tiempos, no está libre de la angustia". Juan Bautista, continuó el Papa, debe también enfrentar una "angustiosa duda que lo atormentaba" y "termina bajo el poder de un gobernante débil, borracho y corrupto, bajo el poder de la envidia de una adúltera y del capricho de un bailarina". Y también el Apóstol Pablo, en la primera lectura, nos habla de aquellos que lo han abandonado, de quienes le han causado daños contra su predicación. Cuenta que en el tribunal nadie le ayudó. Todos lo han abandonado. Sin embargo, dice San Pablo, "el Señor estuvo a mi lado. Me dio fuerzas para que pudiera llevar a cabo el anuncio del Evangelio": "Esto es lo grande del Apóstol, que con su vida hace aquello que Juan Bautista decía: «Es necesario que él crezca y que yo disminuya». El Apóstol es el que da la vida para que el Señor crezca, y al final este ocaso así... También Pedro con la promesa: «Cuando seas viejo te llevarán a donde no quieras ir». Y cuando pienso en el ocaso del Apóstol, me viene al corazón el recuerdo de aquellos santuarios de la apostolicidad y santidad que son los hogares de ancianos de los sacerdotes y de las monjas: bravos sacerdotes y monjas valientes, envejecidos, con el peso de la soledad, a la espera de que venga el Señor a llamar a la puerta de su corazón. Estos son verdaderos santuarios de la apostolicidad y santidad que tenemos en la Iglesia. No los olvidemos, eh!" Si miramos "más a lo profundo", dijo el Papa, estos lugares "son bellísimos". A veces escucho decir que "se hace una peregrinación al Santuario de la Virgen", "de San Francisco, de San Benito", "muchas peregrinaciones": "Pero me pregunto si los cristianos tenemos el deseo de hacer una visita -que será una verdadera peregrinación!- a estos santuarios de santidad y de apostolicidad, que son los hogares de los sacerdotes y monjas ancianos? Uno de ustedes me decía, hace unos días, que cuando iba a un país de misión, iba al cementerio y veía todas las tumbas de los antiguos misioneros, sacerdotes y monjas, de hace 50, 100, 200 años, desconocidos. Y me decía: «Pero, todas estas personas pueden ser canonizadas, porque al final cuenta sólo ésta santidad cotidiana, esta santidad de todos los días». En los hogares de ancianos, estas hermanas y estos sacerdotes esperan al Señor un poco como Pablo: un poco triste, la verdad, aunque con una cierta paz, con el rostro alegre". "Nos hará bien a todos nosotros -concluyó el Papa- pensar en esta etapa de la vida que es el ocaso del apóstol y orar al Señor: «Cuida a los que están en ese momento del despojo final, para que te digan sólo una vez más: sí, Señor, quiero seguirte!»".

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