el santo padre francisco

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jueves, 25 de julio de 2013

Impactante ceremonia de bienvenida a Francisco en Copacabana

Francisco llegó al escenario central montado sobre la playa más famosa de Brasil a bordo del "papamóvil", luego de haber recorrido unas 30 cuadras por la avenida Atlántica, despertando grandes muestras de pasión y alegría entre los peregrinos que lo vivaban como si fuera una estrella de rock. En el trayecto, el argentino Jorge Bergoglio besó niños, tomó un mate que le dio un joven peregrino y hasta intercambió su solideo con otro que le acercaron, reafirmando el vínculo de cercanía y calidez que ya le hizo ganar el corazón de los jóvenes que participan de la Jornada Mundial de la Juventud. "Este año, la jornada vuelve por segunda vez a América Latina. Esta semana, Río se convierte en el centro de la iglesia, en su corazón vivo y joven", expresó el pontífice en un saludo de apertura que leyó íntegramente en castellano. Luego, en el marco de una celebración litúrgica, el papa convocó a los jóvenes a sumarse a la "onda de la revolución de la fe". En un primer mensaje, recordó a la Argentina y la ciudad de Buenos Aires por haber sido la primera sede internacional de este encuentro en 1987 y reveló que le pidió al papa emérito Benedicto XVI que lo acompañara en la jornada. "Ahora mismo estará viéndonos junto al televisor", comentó. El papa también hizo referencia a las malas condiciones climáticas que vienen azotando a la ciudad desde el lunes -lo que obligó a cancelar la vigilia y la misa de cierre en Guanabara-, al afirmar que "la fe es más fuerte que el frío y la lluvia". "He venido también para ser confirmado y contagiado por el entusiasmo de la fe de ustedes", les dijo, ya que "los problemas y dificultades de la fe del obispo puede entristecernos, y qué feo es un obispo triste". Tras una serie de espectáculos musicales y una celebración litúrgica, Francisco ofreció otro mensaje, en el que les pidió a los jóvenes "poner fe, poner esperanza, poner amor" en sus vidas y les advirtió sobre la tentación del "tener, el dinero y el poder". Estos "pueden ofrecer un momento de embriaguez, la ilusión de ser felices, pero al final nos dominan y nos llevan a querer tener cada vez más, a no estar nunca satisfechos", les advirtió. "Es muy triste ver a una juventud empachada pero débil. Tienen que ser fuertes, alimentarse de esa fe y no empacharse", agregó en el mensaje que alternó entre el portugués y el castellano. Seguido por un profundo silencio de parte de las decenas de miles de jóvenes, Francisco expresó que "la fe lleva a cabo en nuestra vida una revolución que podríamos llamar copernicana, porque nos quita del centro y pone en él a Dios". Al inicio de la ceremonia, apenas subió al escenario y luego de que el arzobispo de Río, Orani Tempesta, le diera la bienvenida, comenzó el musical "Río de fe", con la participación de 250 jóvenes que -con imágenes y actuaciones- presentaron a la "ciudad maravillosa" a través de la devoción de su pueblo y su fe católica. Luego subieron al escenario las banderas de los 175 países participantes de la jornada y cinco jóvenes en representación de los cinco continentes saludaron al papa, que tiernamente los estrechó en abrazos y los besó en la frente, rechazando las reverencias con la que los chicos se presentaban ante él. La fiesta continuó con una serie de actuaciones musicales, que representaban las 5 regiones de Brasil, entre ellas una soprano y las cantantes Fafá de Belém y Nazaré Araújo, que interpretaron canciones de la tradición católica brasileña. Tras los espectáculos musicales se inició una ceremonia litúrgica con la lectura del Evangelio de Lucas y culminó con una oración universal en portugués, italiano, español e inglés, el rezo del Padrenuestro y la bendición final de Francisco a los jóvenes. Un momento impactante se reservó para el final del acto de hoy, con la interpretación del tema "Jesus Christ you are my life", del compositor italiano Marco Frisina, que cantó el tenor Jean Willian. emás de futbolística, Brasil es una superpotencia musical, y la fiesta de bienvenida de la Jornada Mundial de la Juventud fue cuidadosamente preparada para estar a la altura. La llegada del Papa en helicóptero al Fuerte de Copacabana, en el extremo norte de la playa, fue el disparo de salida de un espectáculo de música y teatro en el que 150 jóvenes artistas presentaron la vida cotidiana de la «Ciudad Maravillosa», como les encanta llamar a Río. El cielo grisáceo, la llovizna y el frío -absolutamente fuera de lo normal- no pudieron apagar el entusiasmo de cientos de miles de jóvenes en pie a lo largo del paseo marítimo y la famosa playa con forma de media luna, protegida anoche por nada menos que cinco patrulleras y fragatas de la Marina brasileña, curiosas por asomarse a la fiesta. Casi nadie sabe que el nombre proviene de una modesta capilla de la Virgen de Copacabana, muy venerada en Sudamérica, especialmente en su santuario de Bolivia. Lo recordó el arzobispo de Río de Janeiro, Orani Tempesta, en sus breves palabras de saludo. La bienvenida al Papa corrió a cargo de cinco jóvenes de los cinco continentes, en medio del delirio general y del flamear de banderas de 180 países. El escenario era impresionante, con una gigantesca pantalla que permitía ver muy bien la expresión de los rostros en los primeros planos. A lo largo de buena parte de los cuatro kilómetros de playa, muchas pantallas distribuidas regularmente permitían que todo el mundo disfrutase como si estuviese al lado del palco. Recuerdo a Juan Pablo II El discurso del Papa estaba pensado para impactar a cada uno desde la primera frase: «Veo en vosotros la belleza del rostro joven de Cristo, ¡y mi corazón se llena de alegría!». Esta JMJ es la segunda que se celebra en América Latina. La primera fue en Buenos Aires en 1987, y el Papa les recordó unas palabras de Juan Pablo II en aquella ocasión: «¡Tengo mucha esperanza en vosotros!». Como tantas veces, el Papa citó a su predecesor, Benedicto XVI, quien convocó este encuentro hace dos años en el aeródromo de Cuatro Vientos, precisamente al concluir la inolvidable JMJ de Madrid: «¡Se lo agradecemos de todo corazón!», pues nos permite «estar hoy aquí juntos, unidos para compartir la fe y la alegría del encuentro con Cristo, de ser sus discípulos». El Papa Francisco es muy directo, y fue enseguida al grano: «Viendo este mar, esta playa y a todos vosotros, me viene a la mente el momento en que Jesús llamó a sus primeros discípulos a orillas del lago de Tiberíades. Hoy Jesús nos sigue preguntando ¿Quieres ser mi discípulo? ¿Quieres ser mi amigo? ¿Quieres ser testigo del Evangelio?». «¡Bienvenidos a esta gran fiesta de la fe!» El Santo Padre saludó a los jóvenes del mundo entero, «en particular a aquellos que no han podido venir a Río de Janeiro, pero que nos siguen por medio de la radio, la televisión e Internet. A todos digo: ¡Bienvenidos a esta gran fiesta de la fe!». Sin pretenderlo, Francisco es un personaje «superstar», y la fiesta de anoche fue retransmitida en directo en muchos países de América Latina, con una audiencia de cientos de millones en la pequeña pantalla, y muchos más a través de Internet. Su sonrisa y sus palabras desbordaban cariño: «Tened la certeza de que mi corazón de Pastor os abraza a todos con afecto universal. ¡El Cristo Redentor, desde la cima del Corcovado, os acoge en esta bellísima ciudad de Río!». El programa, al margen de la música y de la coreografía sobre la vida carioca, era una liturgia de la palabra, que incluyó la lectura de un pasaje del Evangelio de San Lucas: el poderoso relato de la transfiguración de Jesús. En su discurso final, el Papa invitó a los jóvenes a no dejarse cegar por los ídolos: «El poseer, el dinero y el poder pueden ofrecer un momento de embriaguez, la ilusión de ser felices. Pero al final nos dominan y nos llevan a querer siempre más y a estar insatisfechos». Les propuso ir contracorriente en una «revolución copernicana, que nos quita del centro a nosotros y pone en él a Dios».

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